Decenas de miles de manifestantes se movilizaron en Belém para exigir compromisos más firmes en la reducción de combustibles fósiles, en una de las protestas climáticas más grandes registradas en una cumbre ambiental.
La ciudad de Belém, sede de la COP30, se convirtió este lunes en el epicentro de una multitudinaria manifestación que reunió a decenas de miles de personas, entre organizaciones ambientales, comunidades indígenas, estudiantes y colectivos sociales. La consigna común fue clara: exigir a los gobiernos presentes un compromiso real y urgente para acelerar la transición energética y abandonar progresivamente los combustibles fósiles.
Los manifestantes recorrieron las principales avenidas de la capital paraense bajo un fuerte operativo de seguridad. Portaban carteles reclamando justicia climática, financiamiento para los países más vulnerables y la protección de territorios devastados por incendios, minería ilegal y deforestación descontrolada. La marcha, una de las más numerosas en la historia reciente de las COP, se desarrolló en forma pacífica y concluyó frente al centro de convenciones donde se reúnen las delegaciones internacionales.
Dentro del plenario, las demandas resonaron con fuerza. Varios países del Sur Global aprovecharon la instancia para denunciar la insuficiencia de los compromisos actuales y reclamar mayores aportes de las naciones industrializadas, que continúan siendo las principales emisoras históricas. Sin embargo, persisten diferencias profundas sobre plazos y mecanismos para reducir el uso de petróleo, gas y carbón.
Las organizaciones civiles coincidieron en que la presión social será determinante para que la COP30 no repita promesas incumplidas del pasado. Mientras tanto, en las calles de Belém, el mensaje quedó instalado: el tiempo para actuar se agota y la transición energética ya no admite postergaciones.